viernes, 25 de noviembre de 2011

Pégale a la pared

For the version in English, Hit the wall: http://shadyakarawiname.blogspot.com/2011/11/hit-wall.html

Casi a diario, conocemos casos nuevos de hombres que maltratan a sus mujeres. Se ha vuelto una realidad tan tangible y a la que estamos tan acostumbrados, que asusta.

En este diario, incluso, hemos leído sobre el hombre que le arrancó el labio a su pareja, o del que le destrozó el meñique a su compañera. Es, entonces, cuando se me revuelve todo y me pregunto, ¿en qué momento dejó de importarnos?

Según Feminicidio, un libro de Elizabeth Castillo, el 39% de las mujeres en Colombia son maltratadas por su cónyuge. ¿39%? Eso casi la mitad de las mujeres colombianas, lo que implica que cada uno de nosotros debe conocer a muchas que pasan por esta terrible situación. A través de esta investigación se pudo conocer que 8 millones de mujeres en nuestro país han sufrido maltrato físico por parte de su compañero. Solo en el Atlántico, entre enero y agosto del 2008 se presentaron 1.616 casos de violencia intrafamiliar.

Yo he tratado, de verdad que he tratado, de entender qué pasa por la mente de aquellos que se atreven a pegarle a una mujer. ¿En qué radica el que supuestamente, por celos, rabia, o dolor, algunos tomen la decisión de agredir a la persona con la que comparten su vida? ¿Por qué unos si y por qué otros no? Tengo claro que, como seres humanos, reaccionamos de manera distinta ante las situaciones que se nos presentan, pero, supongo que la respuesta debe ir mucho más allá.

Lo que se me hace aún más difícil de asimilar, son las mujeres que permiten que esto pase. Sé que ahí entran a jugar factores intrínsecos, una falta de autoestima y muchísimos problemas emocionales, pero, me parece desgarrador que sigan aferradas a esa cadena interminable de abusos, de maltratos y faltas de respeto.

Creo, sin jamás haber vivido este tipo de experiencias, que debe ser insoportable e invivible dormir, literalmente, con el enemigo. ¿Cómo pasan los días sin saber cuándo va a parar? ¿Cuánto más tienen que aguantar?

No quiero realizar juicios de valor, ni señalamientos sin fundamento, ni basarme en prejuicios preestablecidos. Por eso, aunque el tema sea delicado y pueda herir susceptibilidades tengo que admitir que no veo una sola razón válida para que un hombre maltrate a una mujer y que ella, a su vez, lo acepte.

Recuerdo el caso de una mujer barranquillera, que fue agredida por su esposo terriblemente. Aunque ella no es la única que ha pasado por esto, tuvo una nueva oportunidad de salir viva de los ataques y de contar con el apoyo incondicional de su familia. A ella, la volvieron la heroína colombiana, que había sido capaz de escaparse de las garras del “monstruo”. Salió en revistas y en la televisión con el ojo morado y jurando que nunca más iba a permitir una situación similar. Con el paso del tiempo, los cargos contra el marido se retiraron y la mujer volvió a vivir con él, bajo el mismo techo. Los medios la olvidaron y pasó de ser la mujer valiente, a la ingenua que pensó que, esta vez, sí lo iba a poder cambiar.

En ese momento, sin conocerla, quería encontrármela en la calle y preguntarle si era consciente del daño que le había hecho a cientos de mujeres. Quería gritarle que con qué derecho le había dado un falso ejemplo a esas mujeres, de diversas edades, religiones y clases sociales, que la veían en la televisión y decían: si ella pudo dejarlo, yo también.

Obviamente, después entendí que la que no tenía derecho de nada era yo. Ni de reclamarle, ni de hacerla responsable por las decisiones que tomaban otras en su misma situación. Comprendí que, por más que sea una problemática generalizada en nuestro país, cada caso es individual y cada mujer es víctima de sus propias decisiones.

Gran cantidad de personas creen que al referirse a maltrato, solo se hace alusión al que deja marcas en la piel. Lo más grave va mucho más allá de lo físico. Hay hombres que jamás le han puesto una mano encima a su pareja, pero, sin embargo, las acribillan con frases hirientes y con la indiferencia. Las heridas psicológicas y emocionales son, incluso, más difíciles de sanar y las cicatrices permanecen mucho más tiempo.

¿A cuántas no les duelen más lo insultos, los gritos, la discriminación? Cuántas mujeres brillantes no hay por ahí que se sienten brutas, inservibles e incapaces porque sus parejas así las hacen sentir. Ellas, no son se atreven a admitir que ellos, las están maltratando, simplemente porque sus heridas no se ven y están escondidas en el alma.

He escuchado, con frecuencia, que el maltrato intrafamiliar es cultural. Algunas personas, en otras regiones del país, por ejemplo, en Bogotá, creen que es problema de los costeños. Que ellos, por su machismo absurdo, son los únicos que golpean a sus mujeres. La realidad dista mucho de ser así. Durante el 2007, en la capital, se reportaron 11,583 mujeres maltratadas por sus parejas. Esto deja más que claro que son muchas, a lo largo y ancho del país, las que están sufriendo un calvario parecido.

La gran mayoría de ellas, decide ocultar la realidad, por miedo. Miedo a que le haga daño a sus hijos, miedo por no tener dinero, miedo de que la encuentre y la maltrate aún peor, miedo a que la mate, miedo a no poder ser capaz de vivir sin él, miedo a quedarse sola. Puro y físico miedo. Según la investigación reflejada en Feminicidio, solo dos de cada diez mujeres maltratadas se atreven a establecer una denuncia.

Todos, como seres humanos, debemos romper con la indiferencia que es el látigo que más hace daño. Lo que hay que hacer volver cada vez más visible esta temática tan delicada. Es mostrar los cientos de casos que hay. No para que sean vistos como una estadística, si no, para ponerle un rostro humano a una realidad tan tangible, como dolorosa. Es seguir con las campañas que se realizan alrededor del mundo, en donde se demuestra que hay sitios a dónde acudir. Esos sitios (*),  a la vez, deben ser capaces de brindar apoyo incondicional a las mujeres que buscan ayuda, sin juzgarlas. Se deben rechazar públicamente y de manera vehemente cualquier acto de maltrato que se cometa, para que no se vuelva a repetir.

Los hombres, los de verdad, deben entender que no necesitan demostrar que tan machos son a través de los golpes o las palabras despectivas. No necesitan lastimar, ni agredir, ni herir. Como dice una canción que escuché una vez: pégale a la pared, pero nunca a una mujer.  Sé que hay millones de hombres maravillosos: papás, hermanos, esposos, novios, amigos o vecinos que se preocupan, auténticamente, por las situaciones que viven muchas mujeres que conocen. Son capaces de reaccionar y brindar su mano a la que, en realidad, lo necesite. Estos señores, para mí, le hacen todo el honor a pertenecer al género masculino.


Las mujeres, por nuestra parte, tenemos que comprender que no debemos permitir que nos hieran de ninguna forma. Debemos fortalecernos y saber cuánto valemos, para no dar cabida a que nadie se atreva siquiera a levantarnos la voz. Las que están en la angustiante situación que enmarca la violencia intrafamiliar, tienen que sacudirse porque no están solas. Hay muchísimas más que están esperando identificarse con alguien. A esas mujeres las invito a que, por una vez en la vida, piensen en ellas y a que tengan muy claro que si te pega NO te quiere.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo sí creo que este es un problema cultural. Muchas personas maltratan a sus parejas física y psicológicamente debido a que vieron violencia en sus familias al crecer. Otros debido a los vicios, a los celos, al machismo. Tanto hombres como mujeres tenemos que aprender a tolerar y dar un ejemplo de paz y amor con todos nuestros actos diarios. Hay muchas formas de hacerlo, la cuestión es saber cómo y cuándo detectar que hay un problema y lograr encontrar una solución apropiada.

Shadya Karawi Name dijo...

"Tanto hombres como mujeres tenemos que aprender a tolerar y dar un ejemplo de paz y amor con todos nuestros actos diarios". Totalmente de acuerdo. Con eso lo dices todo. Mil gracias por leerme y por expresar tu opinión.