martes, 23 de marzo de 2010

Otros días

Hay días en los que es fácil dejar el pasado atrás
Y enfrentar las derrotas.
Hay días pintados de rosa, en donde la alegría es desbordada.
Las miradas son sinceras; los abrazos, eternos y los besos, constantes.
Hay días en los que el tiempo se detiene y la mente descansa.
El alma turbulenta encuentra equilibrio
Y la sed del alma se calma.
Hay días en donde el dolor se mitiga,
Las penas se ahogan y uno cree que se salva.
Hay días en los que todo parece mentira y lo único real es la esperanza.
Hay días en los que cada cosa es suficiente y predominan las ganas.
Hay días locos y felices,
Son días de añoranza.
Hay días en los que el olor a flores abunda
Y la risa contagia.
Días de amores reales, sueños latentes y posibilidades de agua.
Días tranquilos y de brillo
Que han sido liberados de la nostalgia.
Hay días de ilusiones felices,
De esos sin lágrimas.
Hay días en donde se sabe con certeza que existe un mañana.
Con los ojos borrosos se que esos días son otros y que hoy no es uno de ellos.
Necesito que vuelvan pronto para sentir que despego.

viernes, 12 de marzo de 2010

Mis amigas





“Y en la dulzura de la amistad, dejad que haya risas y placeres compartidos, porque en el rocío de las cosas pequeñas el corazón encuentra su mañana y se refresca”.

Khalil Gibrán

Dicen que las amigas son la familia que uno escoge. Yo, a las mías, a todas ellas, las amo con el alma. Ahora que lo pienso creo que mi amor desmedido se debe, en parte, porque comparten conmigo la locura. Sí, creo que todas estamos locas de remate.

Las de mi infancia, las del colegio, las de la universidad, las que conocí por casualidad, las que ni siquiera hablan mi mismo idioma y las que tomé prestadas de mi hermana, de mis primas y de mis otras amigas. Las que lloran conmigo y les duele mi dolor; las que me hacen reír a carcajadas; las cómplices que me acolitan todo y las que me regañan y me explican con argumentos válidos por qué actué mal; las que me abrazan y me consuelan; las que le pegan curitas a mi corazón maltrecho; las que cantan conmigo las canciones más ridículas; las que me mostraron que las miradas significan cosas diferentes; las que me cuentan sus más íntimos secretos y las que no me cuentan nada; las que sienten nauseas, como yo, cada vez que viven situaciones fuertes; las que me mandan a leerme las cartas y las que me invitan a la iglesia; las que se obsesionan a mi par con las dietas; las que se ríen con mis chistes; las que veo a diario y las que extraño; las que me hacen sentir que el tiempo no pasa y que aunque llevemos años sin hablarnos, todo sigue como siempre; las que toman vino conmigo y las abstemias; las racionales y las que son igual o más emocionales que yo; las que no paran de hablar y las que dicen todo con su silencio. Ellas, las incondicionales y las que no lo son tanto siempre me han hecho sentir, secretamente, la mujer más afortunada del mundo por tenerlas.

A ellas, como creo yo que a todas las mujeres, les pasan cosas extraordinarias. Su cotidianidad, por lo general, está pintada de drama. A mis amigas, ellos, los malos, les rompen el alma. Tienen la increíble capacidad de volver a los más desagradables sapos en príncipes que cabalgan en caballos blancos. Ellas, como protagonistas de cuentos de hadas, están convencidas que algún día los van a poder cambiar. Los montan en pedestales muy altos, que se terminan estrellando contra el piso. Ellas, tienen un talento innato para enamorarse del que no es. Llegan, incluso, a quererlos más que a ellas mismas.

Mis amigas, se entregan en cuerpo y alma. Son especialistas en armar fantasías trilladas. Se enamoran del hombre menor porque les hace sentir cosas diferentes y les inyecta vitalidad, solo para darse cuenta que, efectivamente, el que se acuesta con niños termina…ensuciado. Se enamoran del que tiene 10 años más, buscando madurez y estabilidad, para enterarse que el de 34 es más inmaduro que el de 20, que tiene cero nivel de compromiso y que no sabe a cierta ciencia qué es lo que quiere en la vida.

Mis amigas se enamoran de hombres que viven en países lejanos y que hablan otro idioma. Ellas aprendieron a sortear la distancia y a convertir la tecnología en su mejor aliada. Algunas son tan afortunadas que encontraron a uno o a muchos hombres en el camino que auténticamente las hace felices y las trata como debe ser.

Hay unas que nunca se han enamorado y que temen hacerlo. Cómo si eso fuera algo que se puede controlar. Es que ellas piensan que uno debe enamorarse con la cabeza y no con el corazón. A veces creo que tienen razón.

A mis amigas les cuesta creerles a los sapos cuando les dicen que el problema no son ellas, si no ellos mismos. Les parece, a mis hermanas, que es inadmisible cuando un hombre les dice que no las merecen, que no son lo suficientemente buenos para ellas, que deben buscarse a alguien más. Bobas. Todas bobas. Como si la experiencia no les hubiera demostrado, una y otra vez, que cuando alguien dice que no es digno del amor que le profesan, están totalmente en lo cierto.

Mis amigas se conforman con tipos que no les dan la talla, que no cumplen con las cualidades mínimas que alguien merecedor de su atención debe tener. A ellas, en últimas, pareciera que no les importa soportar relaciones patológicas, maltratos psicológicos e infidelidades injustificadas. Son felices en el tira y afloje, en los círculos viciosos y en los noviazgos inconclusos. Cangrejear es el deporte que practican por excelencia. Es que a mis amigas, sus ex novios y las ex novias de los nuevos se convirtieron en fantasmas persecutorios que asustan por las noches.

Mis amigas, diariamente, dicen que tocaron fondo. Lo tocan, pero el fondo parece que fuera elástico y cada vez que llegan a él se baja a un nivel inferior. Facebook se les volvió una adicción, casi incurable, y el profile del actual o del que ya no está, recibe más visitas diarias que cualquier otro sitio en la web.

Mis amigas prometen que van a acabar con su calvario, una y otra vez, pero, al mismo tiempo, creen en las segundas oportunidades. Sueñan con los cambios en la gente. Algunas, lo racionalizan todo y otras, permiten que las emociones rijan sus vidas.

Mis amigas se dan muy duro. Se cuestionan sobre lo que hicieron mal. Se preguntan, constantemente, si pudieron haber hecho más. Se convencen que deben dejar de ser tiernas o especiales o cariñosas. Que deben dejar de ser tan sinceras y de entregar tanto. Que ilusas al pensar que vale la pena cambiar su esencia por ese cobarde que no luchó.

Todas, tan lindas, lloran hasta el ahogo porque les arrancaron el corazón. Las lágrimas con pestañina parecieran ser el reflejo de las manchas negras que cargarán por siempre. Muchas han pensado que se están enloqueciendo y que ni el más experto psiquiatra las va a sacar de esto.

Mis amigas se ríen hasta el cansancio, tratando de convencerse que están bien. Ellas se emocionan, como locas, cuando una de sus amigas se casa. Pero, luego de la noticia inicial, se ponen a pensar que se les están pasando los años y todavía les falta tanto por hacer. Quieren vivir en el exterior, quieren conseguir el trabajo de su vida, quieren besar más bocas. Tan bonitas, a los 25 ya se sienten viejas.

Mis amigas, a veces, y de verdad espero que solo sea a veces, se sienten feas, demasiado gordas o muy flacas. Ellas les dan a terceros el poder de hacer con su vida lo que quieran. Permiten que otros, aún más inseguros, mitiguen su vitalidad y derrumben su autoestima. Mis amores viven en una montaña rusa de emociones, cargadas de subidas aceleradas y bajadas intempestivas.

Mis amigas se enamoran y cuando quedan heridas prometen no volver a amar. Ellas se quedan queriendo solas. También se cansan de los desencantos y de las decepciones. Lo triste es que cuando, por fin, empiezan a volar la culpa les corta las alas. Tienen pavor de quedarse solas y están convencidas que jamás encontrarán a alguien que las ame de verdad. Creen ciegamente que, como reza el dicho, vale más malo por conocido que bueno por conocer.

Mis amigas sienten ansiedad desbordada por bobadas. Se sienten frustradas y responsables si las cosas no salen como ellas quieren, si no consiguen una práctica, o si no las valoran en el trabajo, o si el idiota de turno no las valora. Me atrevo a afirmar que todas, o por lo menos la mayoría, dejan de vivir el presente porque están ancladas en el pasado y tratan de construir sobre un futuro que las aterroriza.

Pobrecitas mis niñas. No se han dado cuenta que todo sufrimiento es pasajero y que vendrá un tiempo mejor. Cómo les cuesta aceptar que cada ser humano tiene procesos diferentes y que los vive a su manera. Que los hombres no son tan malos después de todo y que ellos, también lloran. Mis amigas no pueden entender que el amor de su vida tiene derecho a no quererlas más y que nosotras, así mismo, podemos cansarnos de dar amor. Sí, todo eso les pasa a mis amigas. Y a mí, también.

Mis amigas, no tienen ni idea lo increíbles que son. Son las más lindas, las más inteligentes, las más verracas. Ellas, no han querido darse cuenta que lo tienen todo para ser felices. Que la vida es mucho más que corazones rotos y relaciones que se quedaron a medio terminar. Ojalá algún día entiendan que tienen que amarse mucho y que una vez lo logren van a poder sonreír. Que los príncipes-sapos jamás han sido lo suficientemente buenos, porque reyes amorosos las esperan. Sueño con que logren ver que son únicas, y que con todos sus defectos y todas sus cualidades son amadas. Que simplemente son las mejores, y que no lo digo solo porque sean las mías.